viernes, 28 de noviembre de 2008

Lo feo detrás de APEC 2008


Nadie duda de que la celebración de la cumbre 2008 del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) haya traído consigo una serie de beneficios para el Perú, país anfitrión de este importante encuentro internacional. Sin embargo, no todo ha sido color de rosa. La organización comandada por el vicepresidente Luis Giampietri parece que no entendió que nuestro país no solo debía mostrar lo mejor que tiene a ministros y presidentes, sino también a la prensa internacional que al fin y al cabo es la que informa.

Oficialmente se anunció la llegada de 3,000 periodistas extranjeros para cubrir la cumbre que aglutina a las economías más poderosas del planeta y que representan el 49 por ciento del comercio mundial. Uno se podía cruzar con cientos de ellos en el Centro Internacional de Prensa habilitado en el Cuartel General del Ejército.

Chinos, japoneses y demás colegas de rasgos orientales atiborraban las instalaciones. En menor número llegaron los de Rusia, Estados Unidos, Canadá, Australia y demás lugares remotos como Brunei, Filipinas, Malasia y Singapur. ¡Qué gran oportunidad para mostrar de cuerpo entero las bondades de nuestro país como la comida y la hospitalidad! Pero nada más lejos de la realidad...

Fue en mi primer día en el Centro Internacional de Prensa -desde donde nos trasladaban a los lugares en que se desarrollaban las diversas actividades de la semana de líderes- que me llevé la primera decepción. Los sanitarios para uso de los periodistas tanto nacionales como extranjeros eran los incómodos baños portátiles de plástico. Sí, esos mismos que se instalan en las construcciones y conciertos.

Considero que lo menos que se podía hacer era tratar a nuestros invitados con hospitalidad brindándoles mejores instalaciones para su aseo personal, ya que en algunos de los baños ni siquiera había agua (o al menos no salía por el pequeño lavadero de plástico que yo utilicé). Sentí vergüenza ajena cuando escuché los comentarios negativos de colegas extranjeros por tal motivo.

HABLA LA PRENSA

Tuve la oportunidad de intercambiar algunas impresiones con periodistas de televisión procedentes de Brasil y México. Para ambos, no era su primera vez en el Perú, ni tampoco en una cumbre de APEC. Ellos expresaron su indignación y consideraban injusto que la organización no les haya permitido traer sus equipos de transmisión de imágenes televisivas, y les cobren exorbitantes sumas de dinero para usar los equipos ofrecidos por el Centro Internacional de Prensa.

Inclusive, confirmaron que algunos medios tuvieron que limitar su transmisión de imágenes debido a que los costos eran –según sus propias palabras- desmedidos. La organización exigió por ese servicio el mismo monto cobrado durante APEC Australia en el 2007 –país que sin duda tiene un costo de vida más alto-, pero... a eso había que sumarle el 20% por concepto de impuestos. Así como lo lee, en Perú se pagó más por ese servicio que en Australia.

Pero dejando atrás asuntos de dinero, el tema de fondo fue el mal sabor de boca que dejó la comida que se ofreció a la prensa. El Perú perdió una grandiosa oportunidad de mostrar lo mejor de lo mejor a quienes podrían haber informado, además de la cita internacional, de las bondades y variedades de la comida peruana.

Para muestra un botón. El sábado sirvieron una ensalada rusa avinagrada por el calor y el domingo un rocoto relleno desabrido y sin el queso que le imprime un sabor característico. Y justamente ese día crucé palabras con una periodista de Arequipa (donde se come el mejor rocoto relleno), quien luego de probar el primer bocado, prácticamente perdió el apetito.

En mi afán de practicar mi inglés y conocer otras culturas, me aventuré a entablar conversaciones con colegas procedentes de China e Indonesia, para saber qué impresiones tenían del Perú y qué les había parecido la culinaria de nuestro país. En ambos casos coincidieron en que la comida peruana que habían probado fuera de las instalaciones del Centro Internacional de Prensa era deliciosa, pero lo que habían recibido ahí no era agradable a sus paladares.

Pero no fueron los únicos comentarios. Gente procedente de Brasil, Chile, Colombia y México, que ya habían tenido la oportunidad de probar las exquisiteces peruanas, con derecho a opinar expresaron que el Perú tenía mucho más que ofrecer, ya que lo que repartían a la prensa dejaba mucho que desear. “No pedimos que nos regalen comida, sino que nos ofrezcan variedad para comprar aquí adentro y pagar con nuestro dinero, ya que muchos trabajamos el día entero y no podemos ni salir a almorzar y en los alrededores de este lugar no hay donde comer”, me dijo uno de ellos.

La reina de la cumbre fue la papa peruana, promocionada hasta más no poder, con la presentación del libro "Papas nativas del Perú" y la muestra fotográfica “Papa Madre”, que ha recorrido el mundo en una exposición itinerante. ¿Por qué no ofrecieron entonces una exquisita papa a la huancaína o una patriótica causa limeña?

Es cierto que hubo degustación de estos platos y otros como el ají de gallina, ocopa y también panetón elaborado con harina de papa, pero eso no fue producto de la organización, sino que fue una iniciativa del Ministerio de Agricultura y del Programa Sierra Exportadora, que pudieron ‘meter su cuchara’ y adornar la alicaída comida servida a nuestros visitantes.

HUMEDAD EN APEC

Y si bien estuve encargada de cubrir las actividades desarrolladas en el Cuartel General del Ejército y en el Museo de la Nación, no por eso dejé de enterarme lo que sucedió en la Fortaleza del Real Felipe. Mientras los hombres y mujeres de prensa cubrían la Segunda Cumbre de las pequeñas y medianas empresas de APEC, en uno de los palcos del centro de convenciones habilitado para los medios de comunicación, se filtró agua debido a problemas con el aire acondicionado.

Eso no tendría mayor problema si en el lugar no hubieran estado los cables de transmisión que en contacto con el agua podrían haber provocado un corto circuito o algo peor. Tuvieron que enviar personal de mantenimiento en plena reunión para solucionar ese inconveniente.

IMPUNTUALIDAD

Es entendible que los controles de seguridad debían ser extremos con ilustres visitantes de diversos lugares del mundo, pero para eso existe la palabra planificación y organización que no primó en el trato con los periodistas, que tuvieron que hacer largas colas de espera para poder ingresar a las diferentes actividades, a pesar de estar acreditados y haber pasado los controles de rigor.

En el último día de la cumbre de APEC, la desorganización para el ingreso de la prensa superó el caos de días anteriores. Las preferencias a algunos medios, el incumplimiento de horarios establecidos y los empujones estuvieron a la orden, lo cual impresionó mucho a los colegas extranjeros acostumbrados a cumplir los horarios al pie de la letra y entrar a tiempo a cubrir las comisiones establecidas.
Más de un periodista no pudo ocultar su incomodidad y a algunos nacionales se les escuchó decir que el cargo le quedó grande a la coordinación de prensa de APEC elegida por Giampietri. Que esta crítica sirva para no volver a cometer los mismos errores, aunque pasarán muchos años para que una cumbre de tal envergadura se vuelva a repetir en nuestro país.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Accidentes de tránsito… ¿HASTA CUÁNDO?


Una madre que llora a sus hijas, una abuela que tendrá que hacerse cargo de su nieto huérfano, un hijo que entierra a su padre y hermano, una esposa que vela a su compañero de toda una vida. Así como estas, cientos de familias peruanas han sido tocadas por la desgracia de enterrar a los suyos, víctimas de un accidente en las carreteras...

Hace unos días, mientras esperaba el inicio de una conferencia de prensa, conocí a una colega de una agencia de noticias extranjera; una jovencita risueña y carismática, natural de Florida (Estados Unidos). Nos pusimos a conversar y en medio del diálogo, le pregunté si ella escogió realizar sus prácticas periodísticas en Perú o si había sido una decisión que no estuvo en sus manos.

Su respuesta fue inmediata. “He leído mucho acerca de este maravilloso país y fui yo quien escogió venir aquí, entre todas las propuestas que la universidad me ofrecía”, me dijo en su perfecto español, enumerando a continuación todo aquello que le había llamado la atención.

Con un sentimiento de orgullo, tras escuchar a la residente de una gran potencia decir lo maravilloso que le parecía mi país, procedí a preguntarle qué aspectos negativos había leído antes de su llegada al Perú. Sin vacilar, esto fue lo primero que me contestó: “Leí acerca de las killer combis (combis asesinas)”. Mis oídos no me engañaron, la mala fama de nuestro transporte público ha traspasado nuestras fronteras. “Hasta ahora no me he subido a ninguna porque tengo algo de miedo, pero antes de regresar a mi país, lo haré”, agregó la norteamericana algo vacilante.

Razones para temer no le faltan. La informalidad y la mal utilizada viveza criolla que reinan en el país han hecho de nuestro sistema de transporte rural, urbano e interprovincial, uno de los más peligrosos de la región. Y la autora de esta nota lo afirma por experiencia propia.

En mi época de estudiante me ayudaba económicamente trabajando en un ‘fast food’ y mi horario de salida era más que tarde. La peor parte era tener que esperar “mi carro” en el llamado óvalo Santa Anita. Además de cuidarme de la delincuencia nocturna que rondaba en el paradero, mi mayor inquietud era conseguir un vehículo conducido por alguien prudente que me lleve a mi destino sana y salva.

Pero la mayoría de las veces era todo lo contrario. No fue en una, sino en varias oportunidades, que en plena Carretera Central, el chofer se tiraba –literalmente- en un asiento a descansar y el cobrador (muchos carecen de licencia de conducir y por eso trabajan de cobradores) tomaba la posta con un cigarro en una mano -pese a la prohibición de fumar en lugares públicos- y el timón en la otra. Mis protestas caían en saco roto: “Si no le gusta señorita puede bajarse y tomar otro carro”, me dijeron muchas veces. Con indignante resignación me quedaba en el vehículo, pues consideraba más peligroso descender en medio del camino.

Tres veces fui partícipe de un accidente de tránsito: la primera vez en una ‘coaster’, la segunda en una ‘combi’ y la tercera en un taxi. En las tres oportunidades, los accidentes se produjeron por negligencia de los choferes que conducían los respectivos vehículos. Aunque no hubo muertos ni heridos graves, mis médicos atribuyen a uno de los accidentes, la ruptura de la barra de titanio que tengo en la columna producto de una intervención quirúrgica.

Pero mi testimonio no se compara en nada a los cientos de historias de dolor escritas como consecuencia de los accidentes que han teñido de sangre las pistas del Perú. ¿Hasta cuándo permitiremos que dure esta racha fatal de accidentes? Es hora de ponerle freno.

A decir de un informe dado a conocer por la Secretaría Técnica de Transporte de Lima y Callao, las principales causas son la negligencia e impericia de los conductores, la irresponsabilidad de los peatones y el mal estado del parque automotor, lo que se suma a la inoperancia de las autoridades municipales y policiales.

Si bien es cierto las autoridades competentes tienen la responsabilidad de tomar medidas preventivas y correctivas, de cada uno de nosotros depende mejorar la situación al usar el puente peatonal en lugar de cruzar la avenida por zonas prohibidas, respetar los límites de velocidad, utilizar siempre el cinturón de seguridad, no manejar cuando llevamos encima unas copas demás, preferir líneas urbanas e interprovinciales formales y no optar por las llamadas 'piratas' para ahorrarnos unos cuantos soles, entre otras acciones. Solamente así contribuiremos a reducir los accidentes de tránsito en nuestro Perú.