viernes, 26 de septiembre de 2008

Accidentes de tránsito… ¿HASTA CUÁNDO?


Una madre que llora a sus hijas, una abuela que tendrá que hacerse cargo de su nieto huérfano, un hijo que entierra a su padre y hermano, una esposa que vela a su compañero de toda una vida. Así como estas, cientos de familias peruanas han sido tocadas por la desgracia de enterrar a los suyos, víctimas de un accidente en las carreteras...

Hace unos días, mientras esperaba el inicio de una conferencia de prensa, conocí a una colega de una agencia de noticias extranjera; una jovencita risueña y carismática, natural de Florida (Estados Unidos). Nos pusimos a conversar y en medio del diálogo, le pregunté si ella escogió realizar sus prácticas periodísticas en Perú o si había sido una decisión que no estuvo en sus manos.

Su respuesta fue inmediata. “He leído mucho acerca de este maravilloso país y fui yo quien escogió venir aquí, entre todas las propuestas que la universidad me ofrecía”, me dijo en su perfecto español, enumerando a continuación todo aquello que le había llamado la atención.

Con un sentimiento de orgullo, tras escuchar a la residente de una gran potencia decir lo maravilloso que le parecía mi país, procedí a preguntarle qué aspectos negativos había leído antes de su llegada al Perú. Sin vacilar, esto fue lo primero que me contestó: “Leí acerca de las killer combis (combis asesinas)”. Mis oídos no me engañaron, la mala fama de nuestro transporte público ha traspasado nuestras fronteras. “Hasta ahora no me he subido a ninguna porque tengo algo de miedo, pero antes de regresar a mi país, lo haré”, agregó la norteamericana algo vacilante.

Razones para temer no le faltan. La informalidad y la mal utilizada viveza criolla que reinan en el país han hecho de nuestro sistema de transporte rural, urbano e interprovincial, uno de los más peligrosos de la región. Y la autora de esta nota lo afirma por experiencia propia.

En mi época de estudiante me ayudaba económicamente trabajando en un ‘fast food’ y mi horario de salida era más que tarde. La peor parte era tener que esperar “mi carro” en el llamado óvalo Santa Anita. Además de cuidarme de la delincuencia nocturna que rondaba en el paradero, mi mayor inquietud era conseguir un vehículo conducido por alguien prudente que me lleve a mi destino sana y salva.

Pero la mayoría de las veces era todo lo contrario. No fue en una, sino en varias oportunidades, que en plena Carretera Central, el chofer se tiraba –literalmente- en un asiento a descansar y el cobrador (muchos carecen de licencia de conducir y por eso trabajan de cobradores) tomaba la posta con un cigarro en una mano -pese a la prohibición de fumar en lugares públicos- y el timón en la otra. Mis protestas caían en saco roto: “Si no le gusta señorita puede bajarse y tomar otro carro”, me dijeron muchas veces. Con indignante resignación me quedaba en el vehículo, pues consideraba más peligroso descender en medio del camino.

Tres veces fui partícipe de un accidente de tránsito: la primera vez en una ‘coaster’, la segunda en una ‘combi’ y la tercera en un taxi. En las tres oportunidades, los accidentes se produjeron por negligencia de los choferes que conducían los respectivos vehículos. Aunque no hubo muertos ni heridos graves, mis médicos atribuyen a uno de los accidentes, la ruptura de la barra de titanio que tengo en la columna producto de una intervención quirúrgica.

Pero mi testimonio no se compara en nada a los cientos de historias de dolor escritas como consecuencia de los accidentes que han teñido de sangre las pistas del Perú. ¿Hasta cuándo permitiremos que dure esta racha fatal de accidentes? Es hora de ponerle freno.

A decir de un informe dado a conocer por la Secretaría Técnica de Transporte de Lima y Callao, las principales causas son la negligencia e impericia de los conductores, la irresponsabilidad de los peatones y el mal estado del parque automotor, lo que se suma a la inoperancia de las autoridades municipales y policiales.

Si bien es cierto las autoridades competentes tienen la responsabilidad de tomar medidas preventivas y correctivas, de cada uno de nosotros depende mejorar la situación al usar el puente peatonal en lugar de cruzar la avenida por zonas prohibidas, respetar los límites de velocidad, utilizar siempre el cinturón de seguridad, no manejar cuando llevamos encima unas copas demás, preferir líneas urbanas e interprovinciales formales y no optar por las llamadas 'piratas' para ahorrarnos unos cuantos soles, entre otras acciones. Solamente así contribuiremos a reducir los accidentes de tránsito en nuestro Perú.